Esta entrada explica qué relación hay entre la falta de elementos de democracia en nuestras aulas y el miedo intrínseco a la pérdida de privilegios.
Cultura democrática
en el aula.
Miedo a la democracia
y privilegio.
Mucho se habla de la
transversalidad de la democracia en la escuela y por extensión en la
educación de nuestros niños y jóvenes. Hay incluso profesores que
quejándose constantemente de lo poco o mal preparados que están los
alumnos no son capaces de meditar sobre su propia actitud en el aula
y su consecuente cuota de responsabilidad en el despliegue y
crecimiento de la sociedad imberbe e inmadura. Hay además padres que
delegan en la escuela, en el sistema, en los profesores y olvidan que
ser padre consiste precisamente en acompañar y apoyar en el camino
hacia la autonomía. Por un lado los padres “helicóptero” que
todo lo pueden (o eso creen), que suplen ellos mismos las carencias
de sus hijas e hijos y que acuden con premura a “rellenar los
huecos” y por otro lado los padres “liberales” que creen que
todo limite, constituye una coerción y se olvidad de que educar es
también acompañar, asesorar, apoyar hacia la autonomía y no
limitarse a que los niños crezcan sin modelos.
Y en medio nuestros hijos
e hijas que se dan perfecta cuenta de que la sociedad que les rodea
(padres, profesores) les está de alguna manera “toreando”.
Cuando alguien, introduce el tema de la democracia en el aula son muchos
los profesores que escapan horrorizados como si ello implicara una
pérdida de control intolerable que se tradujera en anarquía y en
definitiva desgobierno, de tal manera que impidiera la realización
fáctica de unos objetivos marcados por un plan de estudio.
Pero,
en realidad ¿De que estamos hablando en concreto?
Estamos hablando del
miedo a la democracia. Del miedo a la libertad. Y este miedo no es por cierto patrimonio
exclusivo de la escuela, de los profesores, de los equipos de
dirección; es un miedo generalizado entre los seres humanos y muy especialmente entre aquellos que han crecido
con el privilegio. Veamos.
No hace falta
retrotraerse a épocas mostradas en blanco y negro ni a oscuros
episodios de cualquier país para darse de bruces con el privilegio
en la escuela.
Y el privilegio es la
antítesis de la democracia.
Hay todavía una cadena
de privilegios en nuestras escuelas del S.XXI.
En una clase democrática
se tiende a la abolición de privilegios a través de su paulatina
disminución. Se trata de la búsqueda ingente de alternativas cuya
eficacia sirva a propósito de la educación de una mejor manera que
lo que hasta ahora ha servido gracias a las regles establecidas. Es un camino. Una escuela que pretende introducir elementos de democracia trata de recorrer un camino, sabe que no ha llegado a ningún sitio. Es consciente de sus límites.
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