Esta entrada explora cuáles son los privilegios que todavía existen en el aula
Privilegio 1: El
privilegio de elegir como aprendemos.
¿Cuántos
profesores de los que están leyendo este escrito, dejan decidir a
sus alumnos qué método de aprendizaje se adapta mejor a sus
intereses e idiosincrasias? ¿A sus diferentes maneras de aprender? ¿A sus diferentes inteligencias?
¿Cuántos
profesores de los que leen este escrito dejan argumentar sin tabúes a sus
estudiantes? ¿Cuántos
los escuchan activamente?
¿Y
de los que no leen esto?
¿Cuantos
lo harían si encontraran mayor respaldo de la dirección de sus
escuelas?
¿Qué otros factores desaniman a la abolición del privilegio?
Privilegio 2: El privilegio de elegir qué aprendemos.
Valores, aptitudes, actitudes y conocimiento.
Dilemas.
En un tiempo en el que
andamos rodeados de diseño curricular, planes de estudio y leyes
marco educativas inestables que bandean al son político, uno se para
a pensar en que tiene todo esto que ver con la democracia transversal
que decimos querer experimentar en las sociedades del futuro, ya
presente, como lograr vivir de verdad la cultura de la democracia que queremos y de la
que todos estos documentos citados, dicen querer impregnar nuestra
sociedad. Me explico.
Se trata de resolver el
dilema que nosotros mismos, como sociedad democrática que se
autodenomina madura, nos imponemos.
Por un lado, la necesidad
de democratizar los procesos de decisión y esto desde la guardería
a la universidad, en lo tocante al ámbito de la escuela y por otro
lado a conveniencia de cumplir con unos estándares pergeñados,
reflexionados y mascados por grupos de expertos: pedagogos, técnicos,
políticos y profesores. Unos de Marte, otros de Venus. Valores, aptitudes, actitudes y conocimiento.
Lo primero significa reconocer el empoderamiento desde la infancia (learners know more about themselves than anyone) y
en ámbitos relevantes como la educación. Tiene que ver con los
derechos de los niños y jóvenes. Tiene que ver con crecer en
democracia y no solo recibir la etiqueta de la democracia. Es el
derecho a aprender. Es poner al aprendiente en el centro del proceso.
Suena a democracia directa, sin penalizaciones por las externalidades generadas por decisiones tomadas lejos de los interesados.
Los centros de decisión se encuentran en los puntos a los que
afectan las decisiones.
Lo segundo tiene que ver
con el mantenimiento de un mundo tal y como lo conocemos. Inamovible
en sus vicios. Una escuela en al que unos adultos deciden sobre el
mundo que dejarán tras su marcha y estos niños y jóvenes, a los
que por derecho propio les pertenece ese futuro, no tengan nada que
decir la respectos o sean pocas sus oportunidades de diseñar sus
propios espacios. Es ver el proceso desde el punto de vista del
enseñante, desde un cierto despotismo ilustrado o cuando menos
democracia muy representativa. Los centros de decisión están
alejados de aquellos niños y jóvenes a los que afectan las
decisiones.
Privilegio 3: el privilegio del monopolio del feed-back.
Mientras el sistema siga
basándose en la necesidad de las notas como feed-back básico al
alumno y este privilegio descanse exclusivamente en manos del
profesor, existe un claro privilegio en manos del profesorado, tal
vez el más fuerte y difícil de abolir ya que cuenta con una gran
tradición de aceptación y con una casi unanimidad de apoyo, es le
privilegio de repartir notas sin consensuar.
Somos conscientes que de
todos los privilegios aquí listados el de repartir notas es el más
difícil de “democratizar”. Se por ello que nos baste en este
escrito con concretar los primeros pasos. Si convenimos en acordar
que las notas pertenecen al feed-back ineludible del aula hagamos al
menos que el grupo de aprendizaje y el propio alumno interesado
participe o co-participe en la mayor medida posible en cada vez más
partes del proceso.
¿Por
qué no crear dentro del aula expertos en temas que apoyen al
profesor a la hora de calificar? ¿Por
qué no enseñar a nuestros alumnos y alumnas el camino de la
objetividad científica necesaria para la vida (personal y
profesional) desde la escuela? ¿Por
qué no ir cediendo parcelas de privilegio y enriquecerse con las
valiosas contribuciones plurales de nuestros expertos y expertas?
Si logramos medir en
nuestro mundo de adultos todo (o casi) con indicadores por una parte
y de una manera holística por otra, ¿por
qué no practicar ese camino ya desde edad temprana? ¿Por
qué no ceder parte de nuestro privilegio como profesores en pos del
apoyo y el acompañamiento al alumno, a la alumna en el camino hacia
la autonomía y el compromiso con su propio aprendizaje?
Conclusión: ¿qué
puede ayudar a un profesor, a una profesora que crea en una cultura
democrática de aula a sentirse en comunión con sus íntimas
convicciones? ¿Cómo
recorrer el camino?