miércoles, 9 de noviembre de 2016

Privilegio en el aula

Esta entrada explora cuáles son los privilegios que todavía existen en el aula



Privilegio 1: El privilegio de elegir como aprendemos.

¿Cuántos profesores de los que están leyendo este escrito, dejan decidir a sus alumnos qué método de aprendizaje se adapta mejor a sus intereses e idiosincrasias? ¿A sus diferentes maneras de aprender? ¿A sus diferentes inteligencias? 

¿Cuántos profesores de los que leen este escrito dejan argumentar sin tabúes a sus estudiantes? ¿Cuántos los escuchan activamente?

¿Y de los que no leen esto?

¿Cuantos lo harían si encontraran mayor respaldo de la dirección de sus escuelas?
¿Qué otros factores desaniman a la abolición del privilegio?

Privilegio 2: El privilegio de elegir qué aprendemos.

Valores, aptitudes, actitudes y conocimiento.
Dilemas.

En un tiempo en el que andamos rodeados de diseño curricular, planes de estudio y leyes marco educativas inestables que bandean al son político, uno se para a pensar en que tiene todo esto que ver con la democracia transversal que decimos querer experimentar en las sociedades del futuro, ya presente, como lograr vivir de verdad la cultura de la democracia que queremos y de la que todos estos documentos citados, dicen querer impregnar nuestra sociedad. Me explico.

Se trata de resolver el dilema que nosotros mismos, como sociedad democrática que se autodenomina madura, nos imponemos.

Por un lado, la necesidad de democratizar los procesos de decisión y esto desde la guardería a la universidad, en lo tocante al ámbito de la escuela y por otro lado a conveniencia de cumplir con unos estándares pergeñados, reflexionados y mascados por grupos de expertos: pedagogos, técnicos, políticos y profesores. Unos de Marte, otros de Venus. Valores, aptitudes, actitudes y conocimiento.

Lo primero significa reconocer el empoderamiento desde la infancia (learners know more about themselves than anyone) y en ámbitos relevantes como la educación. Tiene que ver con los derechos de los niños y jóvenes. Tiene que ver con crecer en democracia y no solo recibir la etiqueta de la democracia. Es el derecho a aprender. Es poner al aprendiente en el centro del proceso. Suena a democracia directa, sin penalizaciones por las externalidades generadas por decisiones tomadas lejos de los interesados. Los centros de decisión se encuentran en los puntos a los que afectan las decisiones.

Lo segundo tiene que ver con el mantenimiento de un mundo tal y como lo conocemos. Inamovible en sus vicios. Una escuela en al que unos adultos deciden sobre el mundo que dejarán tras su marcha y estos niños y jóvenes, a los que por derecho propio les pertenece ese futuro, no tengan nada que decir la respectos o sean pocas sus oportunidades de diseñar sus propios espacios. Es ver el proceso desde el punto de vista del enseñante, desde un cierto despotismo ilustrado o cuando menos democracia muy representativa. Los centros de decisión están alejados de aquellos niños y jóvenes a los que afectan las decisiones.

Privilegio 3: el privilegio del monopolio del feed-back.


Mientras el sistema siga basándose en la necesidad de las notas como feed-back básico al alumno y este privilegio descanse exclusivamente en manos del profesor, existe un claro privilegio en manos del profesorado, tal vez el más fuerte y difícil de abolir ya que cuenta con una gran tradición de aceptación y con una casi unanimidad de apoyo, es le privilegio de repartir notas sin consensuar.

Somos conscientes que de todos los privilegios aquí listados el de repartir notas es el más difícil de “democratizar”. Se por ello que nos baste en este escrito con concretar los primeros pasos. Si convenimos en acordar que las notas pertenecen al feed-back ineludible del aula hagamos al menos que el grupo de aprendizaje y el propio alumno interesado participe o co-participe en la mayor medida posible en cada vez más partes del proceso.

¿Por qué no crear dentro del aula expertos en temas que apoyen al profesor a la hora de calificar? ¿Por qué no enseñar a nuestros alumnos y alumnas el camino de la objetividad científica necesaria para la vida (personal y profesional) desde la escuela? ¿Por qué no ir cediendo parcelas de privilegio y enriquecerse con las valiosas contribuciones plurales de nuestros expertos y expertas?
Si logramos medir en nuestro mundo de adultos todo (o casi) con indicadores por una parte y de una manera holística por otra, ¿por qué no practicar ese camino ya desde edad temprana? ¿Por qué no ceder parte de nuestro privilegio como profesores en pos del apoyo y el acompañamiento al alumno, a la alumna en el camino hacia la autonomía y el compromiso con su propio aprendizaje?






Conclusión:  ¿qué puede ayudar a un profesor, a una profesora que crea en una cultura democrática de aula a sentirse en comunión con sus íntimas convicciones? ¿Cómo recorrer el camino?

cultura democrática en el aula

Esta entrada explica qué relación hay entre la falta de elementos de democracia en nuestras aulas y el miedo intrínseco a la pérdida de privilegios.



Cultura democrática en el aula.
Miedo a la democracia y privilegio.

Mucho se habla de la transversalidad de la democracia en la escuela y por extensión en la educación de nuestros niños y jóvenes. Hay incluso profesores que quejándose constantemente de lo poco o mal preparados que están los alumnos no son capaces de meditar sobre su propia actitud en el aula y su consecuente cuota de responsabilidad en el despliegue y crecimiento de la sociedad imberbe e inmadura. Hay además padres que delegan en la escuela, en el sistema, en los profesores y olvidan que ser padre consiste precisamente en acompañar y apoyar en el camino hacia la autonomía. Por un lado los padres “helicóptero” que todo lo pueden (o eso creen), que suplen ellos mismos las carencias de sus hijas e hijos y que acuden con premura a “rellenar los huecos” y por otro lado los padres “liberales” que creen que todo limite, constituye una coerción y se olvidad de que educar es también acompañar, asesorar, apoyar hacia la autonomía y no limitarse a que los niños crezcan sin modelos.

Y en medio nuestros hijos e hijas que se dan perfecta cuenta de que la sociedad que les rodea (padres, profesores) les está de alguna manera “toreando”.
Cuando alguien, introduce el tema de la democracia en el aula son muchos los profesores que escapan horrorizados como si ello implicara una pérdida de control intolerable que se tradujera en anarquía y en definitiva desgobierno, de tal manera que impidiera la realización fáctica de unos objetivos marcados por un plan de estudio.

Pero, en realidad ¿De que estamos hablando en concreto?
Estamos hablando del miedo a la democracia. Del miedo a la libertad. Y este miedo no es por cierto patrimonio exclusivo de la escuela, de los profesores, de los equipos de dirección; es un miedo generalizado entre los seres humanos y muy especialmente entre aquellos que han crecido con el privilegio. Veamos.
No hace falta retrotraerse a épocas mostradas en blanco y negro ni a oscuros episodios de cualquier país para darse de bruces con el privilegio en la escuela.

Y el privilegio es la antítesis de la democracia.
Hay todavía una cadena de privilegios en nuestras escuelas del S.XXI.

En una clase democrática se tiende a la abolición de privilegios a través de su paulatina disminución. Se trata de la búsqueda ingente de alternativas cuya eficacia sirva a propósito de la educación de una mejor manera que lo que hasta ahora ha servido gracias a las regles establecidas. Es un camino. Una escuela que pretende introducir elementos de democracia trata de recorrer un camino, sabe que no ha llegado a ningún sitio. Es consciente de sus límites.

¿Por qué participar? ¿Por qué ofrecer la posibilidad de participar?


Esta entrada explora las razones por las que la participación consciente es clave para un futuro equilibrado, independientemente de las opciones políticas que se elijan.


Participar de la toma de decisiones

Quien ha participado en la gestación e implementación de una decisión es capaz de implicarse más en su éxito y en su posterior reforma, que irremediablemente pasa por una evaluación de consecuencias para un futuro reajuste.

La enajenación en el proceso de toma de decisiones, la falta de empoderamiento lleva a la crítica destructiva, porque uno no se siente parte de un todo, uno no comprende el abandono sufrido por el todo y se rebela ante la falta de oportunidad de participación.

Por eso la participación a todos los niveles de todos y cada uno de los skateholders a todos los niveles de la escuela no solo es importante o aconsejable sino IMPRESCINDIBLE si lo que queremos es cumplir nuestra tarea constitucional de fomentar desde nuestras escuelas el compromiso con la formación de ciudadanos y no apoyar la creación de mentes enajenadas, meras piezas de un sistema obsoleto.

Partiendo de un punto de vista conservador (y uso la palabra aquí en su sentido original) que propugna que el sistema siga tal y como está nos encontramos con que:
-a menor participación, mayor es la resistencia al statu quo
-los sistemas generan sus burocracias en el sentido weberiano del término.
-sumando los focos de resistencia individual puede llegar el punto en que estos sean más fuertes que el propio sistema y lo derroquen.

Conclusión: Solamente a través de la cesión de parcelas de participación conseguirá el sistema seguir siendo lo que es, habiendo sido reformado, evolucionado o cambiado de manera progresiva. Sin sustos. Sin abismos abruptos.


Desde un punto de vista progresista que propugna que el sistema está tan enfermo que necesita ser sustituido por otro o necesita cambios que lo mejoren sustancialmente, nos encontramos que:
-participar en la toma de decisiones que nos atañen es el único camino posible para descubrir los huecos/fallos del sistema y poder cubrirlos proponiendo mejoras.
-la falta de empoderamiento conduce a la enajenación personal y al descontento social por ende.

Conclusión: Solamente a través del empoderamiento en la toma de decisiones puede mejorarse el sistema o sustituirse por otra cosa en caso de disfuncionalidad. De no ser así, seguiremos chocando contra la rueda de las inercias weberianas de las administraciones y los sistemas burocráticos.